miércoles, 7 de mayo de 2014

La Gran Cruzada y el Astra Militarum, segunda parte

No obstante, a lo largo de las campañas, los efectivos de un regimiento se ven reducidos a las bajas y se hace necesario agrupar eficientemente en nuevos regimientos formaciones que han sufrido daños. El códice deja claro que se trataba de formaciones mixtas creadas a partir de regimientos que habían sufrido graves pérdidas y que de este modo volvieron a ser efectivos en combate. Igualmente, algunas tropas especializadas (como la xenocaballería o los Ogryns) siempre han sido incluidas en pequeñas escuadras dentro de unidades mayores para aumentar las capacidades de combate de éstas. Sus capacidades especiales hacen que sean incapaces de operar a escala de regimiento excepto en campañas extremadamente complejas y muy largas. Las antiguas tradiciones de incluir unidades especializadas en regimientos y de recombinar fuerzas de varios regimientos en uno solo son un tema que sigue siendo objeto de discusión entre los comandantes imperiales aún hoy en día. 

La Gran Cruzada y el Astra Militarum, segunda parte


Muchos comandantes afirman que la eficacia reducida de los regimientos combinados hace que no sean dignos siquiera de la comida que se les asigna; la desconfianza y la falta de comunicación entre sus diversos integrantes hace que su rendimiento sea irregular y los motines están a la orden del día. Otros comandantes solo están interesados en el número de hombres de armas que pueden ser desplegados (el éxito de su integración como unidad de combate les importa menos que la cantidad a la que se eleven sus efectivos). El Tactica Imperium defiende que ambos puntos de vista son válidos. Los primeros Comisarios Imperiales surgieron como herramientas para fortalecer la integración entre los efectivos de los regimientos combinados; en el 31º milenio su papel se extendió a mantener la calidad y la moral de todos los regimientos Imperiales. Al comienzo de la Herejía de Horus, el primer acto habitual de traición de las unidades rebeldes consistía en matar al Comisario de su regimiento; mientras que, en los regimientos leales, los Comisarios se veían forzados a tomar medidas extremas para mantener la disciplina, por lo que rápidamente se ganaron una merecida fama por su tenacidad y brutalidad.

También parece que, en un principio, era común en algunas regiones que los regimientos estuviesen subordinados a Legiones de los Marines Espaciales, mientras que en otras el mando del regimiento lo tenía el Gobernador Imperial. Con la Herejía de Horus se hizo evidente el error que había supuesto dejar el control de los regimientos a los Marines Espaciales. Casi todas las unidades siguieron a sus líderes a la rebelión, sin miedo y cegados por la fe en ellos. Incluso entre los más leales, el rendimiento de las unidades imperiales dirigidas por un gripo de mando de guerreros modificados genéticamente fue pobre y generalmente fueron destruidas debido a que no podían seguir el ritmo al que las sometían sus líderes Marines Espaciales. Durante el transcurso de la Herejía de Horus, se crearon ejércitos completos cuya fuerza fue desaprovechada tanto por el Gran Enemigo como por los desesperados comandantes leales. Desde las batallas de tanques gigantescos en Tallarn hasta el baño de sangre en la guerra de trincheras de Ómicron Épsilon, el Ejercito Imperial se destruyó a sí mismo. Las fuerzas combinadas de Armadas y Ejércitos Imperiales viajaban de mundo en mundo a las órdenes de generales y comandantes cuya lealtad era desconocida para ambos bandos. Comandantes ambiciosos que no eran leales a nadie, pero que formaron miles de pequeños imperios. Durante los siguientes siglos (y con un coste de billones de vidas) el Imperio fue reforjado, manchado para siempre por la sangre derramada en la tremenda guerra civil que a punto había estado de destruirlo. Guardia Imperial Tiranidos La Gloriosa manteniendo la posición frente al Enjambre En el período subsiguiente a la Herejía, se produjeron enormes cambios en el Ejército Imperial. Para entonces, éste ya era conocido universalmente como la Guardia Imperial. 



El lazo entre Armada y Ejército se había cortado (los comandantes de la Guardia Imperial no volverían a tener nunca más bajo su mando naves interestelares). Se introdujeron en los regimientos Comisarios entrenados de manera centralizada para que vigilaran los actos de deslealtad y reincidencia de los nuevos oficiales y de sus regimientos. Las legiones de los Marines Espaciales fueron reorganizadas en Capítulos, mientras que la Armada Imperial dejó de existir. Nunca más los comandantes del ejército tendrían poder sobre una poderosa flota de guerra. Fue entonces cuando nació la Flota Imperial. Esto ha limitado (casi sin excepción) la capacidad de la Guardia Imperial para amotinarse en masa. Solo durante la Era de la Apostasía volvieron sectores y ejércitos enteros a traicionar su juramento de lealtad hacia el Emperador. En aquella turbulenta época, pocos podían saber con seguridad qué comandantes seguían verdaderamente adscritos a sus directrices y quien perseguía satisfacer sus propias ambiciones. Tras poner freno al poder que estaba adquiriendo la Eclersiarquía, la Guardia Imperial ha adquirido su estatus actual; un sinónimo de lealtad y honor que, con pocas pero notables excepciones, es envidiado por todos.

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